Llegas a casa tarde, cansado de trabajar, cansado de respirar y cansado de vivir. Los días de trabajo son como ladrillos sobre tu cabeza. Cuando por fin consigues cruzar el umbral de tu portal, dedicarle una sonrisa forzada a la vecina cotilla del bajo, y evitar tirarte por las escaleras al escuchar los gritos de los niños del segundo piso, todo comienza a tomar forma. Sacas las llaves del bolsillo y notas cómo su breve tintineo no pasa desapercibido al otro lado de la puerta. Escuchas jadeos acelerados mezclados con breves llantos. Abres la puerta y allí está. Panza arriba y moviendo el rabo. Tu perro siempre consigue sacarte una sonrisa. Y es en ese momento cuando sabes que este día, es un buen día. ¿Nunca te has preguntado que hace tu perro cuando no estás en casa? Yo desde luego sí, y pienso comprar el primer wearable para mascotas para saberlo.